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Beato Oscar Arnulfo Romero, Co Patrono de Cáritas.

| Cáritas Nacional/I.Vallecillo

RomeroA 37 años de su martirio seguimos pidiéndo a Dios porque las y los salvadoreños cambiemos nuestros corazones a la luz de la Palabra de Dios y de su mensaje de Profeta. Consideramos oportuno compartir en esta fecha memorable, el mensaje que los Obispos de El Salvador han presentado en esta semana al Santo Padre Francisco, el cuál hace alusión directa al proceso de Canonización del Beato Romero y otros aspectos de la realidad nacional.

SALUDO AL SANTO PADRE, EL PAPA FRANCISCO

Beatísimo Padre:

Los obispos de El Salvador a la vez que le saludamos con el máximo aprecio y veneración,  somos portadores de un filial y muy afectuoso saludo de todo El Salvador, de nuestros hermanos católicos y también de nuestros hermanos no católicos, o sea de parte de todos los salvadoreños.

Ante todo le expresamos nuestra profunda gratitud por su amor a nuestro Beato Monseñor Romero, a nuestro Siervo de Dios el Padre Rutilio Grande y a nuestro pueblo salvadoreño. Le agradecemos profundamente por su preocupación paternal ante el alto grado de violencia, y demás problemas que sufre nuestro país.

Beatísimo Padre El Salvador le ama entrañablemente, le encomienda siempre al Señor y le quiere tener con él. En este Año con ocasión del Centenario del natalicio  de Monseñor Romero, le hemos invitado a través de la Nunciatura Apostólica, suplicándole nos presida esa magna celebración. Hoy en nombre de nuestras Iglesias particulares y en nombre de toda la República de El Salvador le reiteramos nuestra ferviente invitación: “SANTO PADRE LO QUEREMOS TENER EN EL SALVADOR”. Le suplicamos la inmensa gracia de canonizar a nuestro amado Beato Monseñor Romero.

En nuestra arquidiócesis hemos finalizado ya la fase de instrucción del posible Milagro, el que ya está en su fase final en la Congregación para las Causa de los Santos. Y  a la vez le pedimos la Beatificación del Siervo de Dios, el tan querido Padre Rutilio Grande, pues la santidad de Monseñor Romero está tan íntimamente ligada al máximo testimonio de fe, que nos brindó el Padre Rutilio con su muerte martirial, hace justamente 40 años.

Padre Santo, es para mí un gran honor presentarle a mis hermanos obispos, todos somos gente sencilla, del pueblo y acompañamos al pueblo y lo servimos en nuestro trabajo pastoral. Gracias a Dios y a la sangre de nuestros mártires la fe en nuestro país es muy grande, tenemos abundancia de vocaciones y una pastoral misionera con mucha participación, en todo el país. En cuanto al Problema de abuso sexual de menores, desdichadamente se nos presentaron algunos casos, que los hemos tratado conforme a de sus directrices de “cero tolerancia”; y promovimos en nuestra Asamblea legislativa que se suprimiera la prescripción de la ley en estos crímenes y gracias a Dios lo obtuvimos.

Acompañamos a los pobres en sus justas demandas de dignidad y demás derechos inalienables. Hemos acompañado los esfuerzos de nuestros trabajadores por un salario mínimo más digno y gracias a Dios lo hemos conseguido. En este momento, en total sintonía con su Encíclica Laudato Si, junto a las comunidades más pobres y directamente amenazadas por la minería, estamos pidiendo a la Asamblea Legislativa apruebe la ley de prohibición de la minería metálica en nuestro pequeño país, densamente poblado, porque si se explotan las minas, se contaminarían las aguas de toda la nación y se causaría un daño irreparable, al medio ambiente, a la fauna y la flora y lo más grave, a la salud y la vida de las personas. Estamos luchando intensamente al lado de nuestros hermanos más pobres y pidiendo a Dios, por la vida de El Salvador. Le ruego Santo Padre ore por nuestro pueblo, para que Dios nos libre de esa hecatombe nacional que nos amenaza, la minería metálica.

Estamos también sumamente preocupados por la violencia que no logramos superar en nuestro país, sino que por el contrario a veces alcanza niveles muy altos. A 25 años de la firma de los acuerdos de paz, por desdicha seguimos sumergidos en la violencia. Porque las verdaderas causas de la violencia no se han superado, la exclusión social, la gran desigualdad económica generada por una verdadera idolatría del dinero, el individualismo y la impunidad entre otras. Esto genera la pobreza y miseria que lleva la violencia y a la migración. Causa además la desintegración de la familia. Trabajamos intensamente la pastoral familiar, y acompañamos a las víctimas de la violencia muy de cerca en nuestra pastoral. Estamos preocupados por la amenazad del Gobierno de Estados Unidos de deportar a nuestros hermanos migrantes, a quienes acompañamos muy de cerca velando por sus derechos.

Santo Padre, permítame reiterarle que lo amamos mucho y lo queremos tener en El Salvador, y muy reverentes le pedimos su bendición para todos los salvadoreños.

José Luis Escobar Alas

Arzobispo de San Salvador

Presidente de la Conferencia Episcopal de El Salvador