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Minería metálica es la sed de San Sebastián.
Por Gloria Silvia Orellana, Periódico Colatino.(Fragmento)
El color amarillo rojizo del río San Sebastián (Vea galería de fotos), en Santa Rosa de Lima, en el departamento de La Unión, indica de inmediato el impacto de un daño colateral que generara la explotación minera, a causa del drenaje ácido, que es el flujo de las minas metalíferas que deterioran la calidad del agua. (Ver vídeo)
Este lugar, a 173 kilómetros de San Salvador, con una temperatura ardiente tropical mantiene en vilo a miles de habitantes de los caseríos aledaños como El Comercio o Los Melgares donde la sed sólo la pueden mitigar con la compra de agua al caserío El Limón, del cantón la Chorrera, a 5 kilómetros de distancia, porque sus afluentes de agua están contaminados.
Mario Enrique Juárez, de 71 años de edad, es tajante al afirmar que el agua "potable" que utilizan las familias es para sus niños y niñas. "Yo he sido minero y tomo esta agua del río... sí es ácido su sabor, pero yo viví ya mi vida. La minería ha secado todo, se ha llevado todo y sólo nos dejó esta miseria", dijo.
Recuerda muy bien que vendió su fuerza de trabajo a la compañía Butller, allá por los años cincuenta,, luego trabajó 4 años cuando la transnacional Commerce Group incursionó en la década de los años sesenta y que dejó de operar por el conflicto civil armado de la década del años ochenta.
"Aquí no han dejado nada a la población, sólo sacaron el metal y sólo nos dejaron la contaminación, las enfermedades y la pobreza. No nos dieron los beneficios que nos prometieron: una escuelita, una clínica, una casa comunal... pero nada de eso dejaron, en aquellos años el sueldo de minero era de 0.50 centavos de colón y era un trabajo agotador, ahora no tenemos ni empleos, ni agua... ni nada", reseñó.
El proceso de la minería industrial es peligroso, fatigoso y triste, recordó Juárez, con turnos de 7 horas sofocantes en las entrañas de la tierra que llega hasta los 38 grados en su interior.
"Cuando hacían la tirada (40 o 50 candelas de dinamita) al interior de la mina se levantaba un humo denso y sofocante que a veces, los que estábamos del primer turno nos teníamos que tirar al suelo y el único aire limpio que entraba por las galerías que entraba por las galerías que era un camino para llevar los carros de acero que llevaban la broza (roca y metales preciosos) y unas chimeneas, ahí entraba un chiflón de aire para medio respirar porque ese humo no se disipaba... y lo alcanzaba hasta el segundo turno... muchos quizá murieron por ese motivo, pero nunca se interesaron en lo que les ocurría a los mineros", reflexionó.